31 Jul La casita de mis sueños
A través de las ventanitas de esa pequeña y maravillosa casa, se podía ver todo un universo de sueños y recuerdos. Era una maqueta que no solo representaba habilidades manuales, sino también el amor y el esfuerzo de la familia.
Recuerdo aquel día en que la tarea escolar se convirtió en un desafío. La profesora de Técnico Manual nos había encomendado realizar una maqueta de “la casa de mis sueños”, pero mis habilidades manuales no eran las mejores. Tras varios intentos fallidos con cartón y otros materiales, me encontré con la frustración de no poder cumplir con mis expectativas.
Fue entonces cuando llegó mi papá del trabajo. Con lágrimas en los ojos, le conté lo que sucedía y él, sin dudarlo, se puso manos a la obra. Juntos, convertimos aquel trozo de cartón en algo mágico. Mi mamá, también entusiasmada, ayudó con la decoración de la casa.
El mobiliario fue fabricado con cartón y plumavit, pero mi papá que contaba con habilidades e ingenio, talló los artefactos del baño con mucha precisión y delicadeza en aquel jabón Popeye verde que siempre estaba en el lavadero y que además coincidió con el color de nuestro baño real. Era como tener una versión diminuta y perfecta de nuestra casa. Los muebles de la cocina, hechos con jabón Popeye blanco, también brillaban por su detalle y minuciosidad, aunque mi entusiasmo por ir a comprar aquel jabón blanco al negocio del barrio, me costó una caída que dejó las rodillas sangrando, no importó, solo deseaba que mi maqueta fuera perfecta.
Cuando finalmente llevé la maqueta a la escuela, la profesora por supuesto no creyó que alguien tan pequeña como yo hubiera logrado hacer algo así. Me preguntó quién me había ayudado, y yo respondí con orgullo que mi papá y mi mamá, aunque le dije que “solo un poquito”. Ella me calificó con una excelente nota, valorando, creo yo, no solo el trabajo final, sino también el esfuerzo y el cariño puesto en cada detalle por la familia.
Aquella maqueta se convirtió en algo más que un proyecto escolar. Durante mucho tiempo decoró mi dormitorio, recordándome cada día la magia que pudimos lograr juntos. A través de las ventanitas de esa pequeña casa, aprendí lecciones de creatividad, perseverancia y amor incondicional que llevo conmigo a lo largo de los años.
Autor: Carmen Rosa Gómez