03 Sep El ritual de los manteles
Era un día caluroso. A lo lejos, un chincol con su canto alegre buscaba sombra en un boldo. El huerto olía a tomates maduros, cilantro y al envolvente aroma de la lavanda. Mi abuela regresaba de la cosecha de trigo, trayendo en sus brazos un canasto de mimbre tejido por ella misma.
Se sentó junto a mí bajo la sombra del membrillo y me entregó el canasto lleno de manteles con restos de cenizas, impregnados con el olor del pan amasado y las tortillas de rescoldo.
Fuimos al patio trasero donde había una vieja batea de madera, una escobilla azul y una manguera que traía agua de la vertiente. Le colocamos un gangocho de tapón, y nos encaminamos hacia su pieza, buscó dentro de su baúl y me entregó una barra de jabón verde. Al regresar, la batea estaba rebalsada de agua, el aroma fresco de la menta, el toronjil y la madreselva que rodeaban el patio nos entregaba un ambiente místico.
Mi abuela hacía magia con sus manos agrietadas y una barra de jabón como aliada, que le ayudaba a devolver la blancura característica de esos manteles, mudos testigos de tantas historias y momentos. Parecía una tarea simple, pero para ella era un ritual sagrado, acompañado de cánticos antiguos y mil risas.
Enjuagamos y colgamos los manteles, emanando de ellos el agradable aroma al jabón, listos para ser usados otra vez.
Hoy cuando cierro mis ojos y evoco aquellos días, puedo sentir el aroma del pan recién horneado y el tacto suave de los manteles blancos con los que envolvíamos las tortillas de rescoldo. Añoro cada instante compartido en ese lugar mágico y en aquella cocina rústica y acogedora. Por eso espero ansiosa el último día de cada mes para volver a vernos, anhelo la sonrisa radiante de ella al verme llegar, la calidez de su abrazo, el aroma fresco del campo, el canto de los pájaros y la brisa suave acariciando nuestras mejillas, mientras lavamos los manteles al aire libre, compartimos historias, risas y secretos, creando recuerdos que perdurarán por siempre. Nuestro ritual de los manteles es un momento único que nos ha mantenido unidas a través del tiempo, es un regalo del universo que me da la oportunidad de conectar con mis raíces.
Mañana iré a verla, le contaré que le puse “ritual de los manteles” a esta labor y que escribí sobre ello. Reirá y dirá que no es una bruja, pero sé que se sentirá feliz; llevaré conmigo su encargo de siempre, la infaltable barra de jabón Popeye.
Por: Tamara Salgado