04 Sep Mi travesura en el supermercado
Cierro los ojos y me veo en el pasillo de un supermercado en Osorno. Mi mamá viste un polerón de color morado con cuello naranjo y con hombreras, mi hermana y yo arriba del carro y mi hermano mayor, jugando a empujarnos. Son los años ochenta.
Vamos por los pasillos como si fuéramos en un auto de carreras, esquivando a los otros carros, mientras mi mamá revisa los productos.
Hay un pasillo con un olor exquisito, de esos que te elevan… vamos para allá. En una fila interminable, como si fueran perfectos ladrillos apilados sin dejar ni un mínimo de espacio entre medio, veo unas pastillas de jabón de color verde y sin envase. Con un claro cuño del personaje “que se come las espinacas que te hacen crecer”, según mi abuelita: el jabón Popeye.
Me bajo del carro, miro a los dos lados como si estuviera haciendo alguna travesura y hundo mi uña en el jabón. Sigo y hundo todas mis uñas, como si quisiera rasguñar el jabón y poder llevarme este olor para mi casa. Es un olor a frescura, a ropa limpia, a calor de hogar. Un aroma que me acompaña siempre.
Mi nana en esos años me decía que tenía un vecino huilliche de San Juan de la Costa, que era mayor y que nunca se le había caído el pelo y era porque se lo lavaba con jabón Popeye. Nunca supe si era verdad o no, o si ese personaje realmente existió, pero me quedó ese recuerdo siempre. En mi cabeza me lo imaginaba en una batea y con toda la cabeza con espuma de color verde, me daba risa y me entretenía.
Logro llevarme ese olorcito rico en las manos (más bien en mis uñas verdes) y mientras vamos en el auto, me acompaña el aroma a jabón.
Hoy, con 43 años y tres niños hombres (recalco hombres porque ensucian mucho la ropa), les lavo las poleras blancas y camisas del colegio con Popeye blanco que viene sellado en un envase. El mismo olor, otro envase, pero el mismo calor de hogar.
Mi marido es nacido en Talcahuano, es chorero como dicen algunos, y cuando fuimos una vez a visitar el Huáscar vimos la fábrica de Popeye. Se la mostramos a los niños como si fuera una empresa que traspasa las generaciones y se hereda.
Por: Monserrat González