04 Sep Para las ollas, las manos y los recuerdos
Soy la mayor de tres hermanos, única mujer. Mis recuerdos se van alrededor de los 6 años. Nacida y criada en el campo, en la cordillera de la VII región del Maule. Es allí en donde quedaron mis mejores recuerdos de infancia y preparación para enfrentar la vida.
Mi querida madre me enseñó que sin el jabón Popeye en nuestras vidas, todo hubiese sido más difícil. Recuerdo que teníamos que caminar más de una hora para llegar a la pequeña escuela del sector en las mañanas, con lluvia, frío, barro y unas tremendas heladas que nos congelaban las manos y eso hacía que se nos agrietaran. Éramos muy pobres y no teníamos para comprar cremas, por lo tanto mi mamá usaba el jabón Popeye para lavar mis manos en la noche y dejarme con él ahí hasta el día siguiente, cuando amanecían mucho más sanas.
También lo ocupábamos para desmugrar, hervir y lavar los pañales de tela de mis hermanos. Recuerdo que era lo único que terminaba con esas difíciles manchas y los dejaba muy blancos, como si estuvieran recién comprados.
También me enseñó mi querida madre que podíamos darle otro uso al jabón Popeye y era el fregado de las ollas y teteras de aluminio que, con el fuego a leña, quedaban muy negras. A ella le encantaba tomar mate y que su tetera luciera muy brillante junto al calor del brasero. Decía que no porque éramos pobres no íbamos a tener una tetera decente, sobre todo para cuando llegaban visitas. Esa tetera aún existe.
Por: María Luisa Oyarzún