16 Oct El olor de la nostalgia
Sonó mi alarma y el nudo en mi garganta se apretó. Fui al baño para lavarme los dientes, sintiendo mis pies helados. Me sentí abrumada por la rutina, como si viviera en un bucle sin fin. Esa vida a la que temía de pequeña, es la misma en la que estoy atrapada. Mientras pensaba en la ropa sucia acumulada detrás de mi puerta, recordé que no tenía detergente y, para colmo, era feriado.
Salí con la esperanza de encontrar algo para lavar en el negocio de la señora de la esquina. Ella nunca me cayó bien. Sentía que me odiaba y su negocio olía a gato, pero por suerte estaba abierto. Pregunté en voz baja si tenía detergente. “No, mi niña, solo tengo jabón Popeye”, me dijo.
De vuelta en casa, me encontré frente a una gruesa barra blanca dentro de una bolsa transparente con letras rojas que decían “POPEYE” y un marinero fumando su pipa. Cuando lo mojé, el olor se desprendió de él y un recuerdo fugaz recorrió mi mente. Pude ver a mi madre explicándome cómo debía sacar esas feas manchas de mis camisas del colegio. Sentí esa alegría de cuando era más pequeña, esa ilusión de un hermoso futuro y la inocencia que me caracterizaba. No tengo idea por qué el jabón me hizo sentir mejor, pero lo hizo. Lavar con mis manos y no esperar la lavadora como siempre, me hizo sentir útil de una manera que no había experimentado hacía mucho tiempo. El marinero del envoltorio me pareció chistoso y aquel lavado de ropa me puso de buen humor.
Mi felicidad duró poco. Tenía que irme al trabajo, aquel que siempre he odiado y para nada es lo que siempre soñé, o eso creo. Ni recuerdo qué es lo que siempre soñé. Los siguientes días fueron igual de rutinarios y deprimentes, hasta que un día vi cómo, detrás de mi puerta, se había vuelto a acumular mi ropa sucia. No entendí por qué, pero una sonrisa se pintó en mi cara. Me levanté y me puse a lavar con jabón Popeye. Esta vez recordé cuando por primera vez lavé mis camisas. Mi madre se rio y me dijo: “Ojalá lavaras como escribes”. Ahí recordé, eso es lo que siempre soñé: ser una gran escritora.
Hoy algo ha cambiado. No voy al trabajo como siempre. Hoy voy a hacer lo que siempre había soñado: presentar mi renuncia. Llevo puesto un chaleco blanco que lavé la semana pasada, aún impregnado con ese peculiar aroma, el olor de la nostalgia. Antes creía que la nostalgia era un mal sentimiento, pero aprendí que recordar el pasado a veces ayuda a redirigir tu futuro. No sé hacia dónde me llevará esto, pero por primera vez en mucho tiempo, soy feliz.
Por: Isidora Delteil