16 Oct Mi olor seguro
Hace 30 años, cuando llegué a este mundo, pude distinguir el olor de mi mamá con toda seguridad. Y junto a ella, un olor suave, tierno y fraterno. Cuando me separaban de ese olor lloraba y reclamaba, porque claro, era mi olor seguro. Luego crecí, y a pesar de que mi mamá seguía siendo mi pilar y mi compañera, comencé a formar mi propia historia.
Conocí a mi marido en la pandemia. Nos casamos, nos embarazamos y comenzó todo. Esos preparativos emotivos cuando sabes que traerás a este mundo al amor de tu vida. En cada preparativo llamaba a mi mamá para pedir sus consejos: ¿Qué cuna compro? ¿Qué ropita le llevo a la clínica? Y en cada respuesta ella me decía siempre: “Hija, debes hacer lo que diga tu instinto”.
Pero hubo una pregunta que respondió sin titubear: ¿Mamá, cómo lavo la ropa del bebé? Y su respuesta inmediata fue: “Detergente Popeye. Y compra el jabón en barra, me lo agradecerás”. Y bueno, así lo hice.
Comencé a lavar la ropita de mi bebé, y cuando la colgaba, la habitación tomó un olor que me hizo retroceder 30 años. ¡Ese era!, era mi olor seguro, ese olor suave, tierno y fraterno que sentía cuando pequeña. Entrar a esa habitación hacía que mis ojos brillaran sabiendo que pronto yo sería ese lugar seguro de mi bebé. Y así lo es hasta el día de hoy, en cada beso, en cada abrazo, en cada caricia puedo sentir ese olor.
Pero llegó el temido día, ese día que a toda mamá le ha pasado, todo el body cubierto de caca que el pañal no logró recibir o absorber. Y nuevamente recurro a mi mamá: ¡Voy a tener que botar este body, quedó todo manchado! Ella, una mujer muy sabia, me lo recordó: “Hija, recuerda el jabón Popeye en barra. Límpialo con el jabón y verás el milagro”.
Refregué el body manchado pensando que lo había perdido. Pero con toda esperanza, lo puse a lavar con el resto de su ropita y con el detergente Popeye. Tal fue mi sorpresa, cuando no logré distinguir el body sucio. Todos estaban igual de blancos, igual de relucientes, igual de aromáticos.
Mamá, gracias por tus sabios consejos, gracias por acompañarme en mi maternidad, gracias por tu amor incondicional, gracias por entregarme ese olor suave, tierno y fraterno. Pero por sobre todo, gracias por enseñarme Popeye en todas sus formas. El mejor regalo generacional que una puede recibir.
Por: Pía Bugueño