16 Oct La pequeña Almendra
En el año 2018 nació mi sobrino, el único nieto de mis papás, el más pequeño de nuestra pequeña familia. Jamás lo mudé, no soportaba el olor a popó, y menos el olor a esa leche descompuesta que tienden a vomitar las guaguas. Mi decisión a esas alturas, con 34 años, era no tener bebés. Mi marido de su primer matrimonio ya tiene tres hijos, por lo que a mí jamás me insistió con eso de la maternidad y paternidad.
Ya con 39 años, con la mitad del camino recorrido, y según yo, con la vida resuelta, con el compañero que uno ama, disfrutando de la familia y amigos, en el trabajo que amo y en Perú por temas laborales, me enteré de que estaba embarazada. Cómo, cuándo y dónde pasó, fueron mis preguntas al instante. ¿Qué haría con un bebé, ad portas de cumplir 40 años? Se me derrumbó un poco todo.
Mis imperfectas ideas sobre la maternidad se veían venir. Cómo lo enfrentaría, era una decisión que debíamos tomar en conjunto, así que mi marido agarró un avión y partió a darme su contención a Perú, un abrazo fuerte y apretado y decidimos darlo todo con este cuarto bebé.
Ahora ya tengo a mi pequeña Almendra conmigo, tiene cuatro meses y lavo a diario con detergente Popeye, el típico rosado que uno veía en el supermercado y que lo pasaba, porque antes se compraba el Popeye, pero el tradicional, el verde. En esta pequeña y hermosa familia somos todos alérgicos y Popeye es el único que dio resultados. Ahora es nuestro mejor amigo de todos los días para sacar ese olor a leche, y para desmanchar la ropa de aquel popó insoportable.
Por: Cynthia Muñoz