16 Sep Abrazo invisible
Naciste sin luz, diferente a la niña que soñé. Al no ver tus ojos, quise perderte y olvidarte. No te acepté como eras y me odiaba por eso. Te quise y no te quise, te sostenía y te dejaba, eras alegría y desesperanza. Tenía miedo por mí y por ti. ¿Debía ser tus ojos, porque sin mí no serías nada? ¿O serías independiente y me demostrarías lo equivocado que estoy, arrepintiéndome de haber deseado que no existieras y fueras la niña que había soñado?
Esas emociones se repetían una y otra vez en mi mente. El diagnóstico era muy duro. Mi esposa y yo pasamos noches enteras en vela, llenas de lágrimas y ansiedad. Esas noches se convirtieron en meses, y descubrimos con el tiempo que nuestra hija, al escucharnos o al estar junto a ella, sonreía. Quizás nunca nos vería, pero notamos que tenía una manera única de sentir y comprender el mundo.
Una tarde mi esposa me dijo: “El olfato es esencial y su piel experimenta un sinfín de sensaciones”. Recordó cómo su mamá lavaba su ropa con Popeye cuando era niña, porque su piel se irritaba con otros detergentes. Acababa de comprar un detergente Popeye con un bebé en la etiqueta, y me miró con duda, ya que yo, sin buen olfato, lavaba con lo que hubiera. Me dijo emocionada: “El aroma que yo sentí y amé cuando niña, quiero que también ella lo sienta. Así podemos transmitirle nuestro amor y cuidado a través de sus sentidos. Aunque no nos vea, nos sentirá presentes”. Ella confiaba en que ese pequeño detalle haría la diferencia.
Aunque me pareció extraño, lo hizo. El aroma de Popeye en su ropa lavada parecía envolver a mi hija en un abrazo invisible. Cada vez que la vestíamos, sonreía y movía sus manitos como si intentara abrazarnos. Es cierto que cada día con ella presenta nuevos desafíos, pero la suavidad y el aroma de la ropa lavada con Popeye son aliados que nos ayudan a hacerla sentir querida y segura, y nos muestra que no toda la belleza se halla por medio de la vista, sino que es posible encontrar amor y belleza en las fragancias, en el tacto y en todas aquellas pequeñas cosas que, por no verlas, desatendemos.
En su oscuridad visual, ella nos ha mostrado que el amor tiene mil maneras de brillar, enseñándonos a encontrar alegría y esperanza que en la luz que nos rodeaba no podíamos ver.
Por: Ricardo Menichetti