Amor genuino
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Amor genuino

Amor genuino

En el frío callejón Los Lira, en Tunca Abajo, San Vicente de Tagua Tagua, mi abuela incansablemente lavaba sábanas, camisas y calzones en la antigua artesa. Todo resplandecía con un blanco puro, mientras ella, temblando de frío, continuaba su labor. La abracé cálidamente mientras ella, infatigable, frotaba la ropa con Popeye para eliminar toda la mugre. 

Transcurrido un tiempo comenzó a gritar, solicitando ayuda para extraer la ropa y ponerla en el secador de mimbre, aprovechando el calor del brasero a carbón. Luego se sentó junto al brasero, regañando y conversando con las gallinas, los perros y los gatos que se acercaban curiosos. 

“Siéntate, china”, me dijo con voz cálida. “Te prepararé un té para el frío”. 

Encendió la televisión para distraerse con el guatón Francisco. Desde el viejo fogón tomó la tetera y vertió el té en una taza de lata, mientras el aroma a carbón, a cáscara de naranja, a ropa seca y a los animales llenaban la pequeña ruca, creando una atmósfera acogedora y familiar. 

Mientras compartíamos ese momento observando las figuras danzar en la pantalla bajo la luz tenue, sentí cómo el amor de madre se manifestaba en esos pequeños gestos: el té caliente, las charlas sin prisa, y su presencia constante y reconfortante. Era, en su simpleza, un testimonio del amor más genuino y desinteresado. Llenaba la pequeña ruca.

 Era, simplemente, mi abuela.


Por: Valentina Lira