29 Oct Manchas de chocolate
Llegando al cuarto piso me puse mi uniforme de cocina. Todo parecía bien, sería mi primera clase de chocolatería y me entusiasmaba poder sumergirme en el mundo del chocolate y todas las preparaciones que se pueden crear con esto. Empezamos diferenciando los tipos de chocolate y sus características, luego debíamos templarlo, esta etapa era compleja, ya que si no lo templábamos bien su acabado sería opaco y frágil. Logramos realizar de forma correcta el templado, obteniendo diferentes bombones de chocolate.
Ese aroma puro a chocolate nos cautivaba por completo, queríamos culminar la clase para poder degustar rápidamente todos los bombones que habíamos elaborado. Empezó la degustación y comencé a mirar a mi alrededor: mis compañeros y yo estábamos con nuestros uniformes llenos de chocolate. En ese momento mi único pensamiento era cómo iba a poder limpiar todas esas manchas que tenían mi chaqueta y mi mandil. Para los cocineros el uniforme es súper importante. Representa la higiene e inocuidad que tenemos con los alimentos, por lo que tener un uniforme sucio habla de un cocinero poco profesional y con malas prácticas de manufactura.
Terminando la clase le pregunté a mis compañeros técnicas para desmanchar el uniforme. Me dieron diferentes alternativas como lavaloza, vinagre blanco con bicarbonato, agua caliente, entre otras opciones. Llegando a casa lo intenté, pero nada de esto me dio resultado. Estaba triste porque al día siguiente tendría otra clase de cocina y necesitaba que mi uniforme estuviera impecable, y hasta ese momento la misión parecía imposible.
Hablé con mi mamá y me contó su secreto infalible para poder quitar las manchas de la ropa: “Hija, usa jabón Popeye y luego escobilla un poco sobre las manchas”. Partí corriendo al supermercado. Luego de comprarlo, volví inmediatamente a casa para poder usar mi última carta bajo la manga. Humedecí mi uniforme, apliqué jabón Popeye y comencé a escobillar sobre las manchas de chocolate. Con nostalgia sentí ese aroma de frescura y limpieza que sentía cuando era pequeña y mi abuelita lavaba a mano la ropa sucia sobre una tabla. Poco a poco comencé a verificar que mi mamá tenía toda la razón. Enjuagué mi uniforme, lo sequé y comprobé que quitaba absolutamente todas las manchas que ningún otro producto pudo sacar.
Por: Mariela Trinidad Méndez