04 Sep Mi heroína
Mis padres y mis cinco hermanos vivíamos en un gran y entierrado sitio junto con doce familias más con las que compartíamos los avatares de la pobreza material.
Mi querido viejo, obrero a tiempo completo, con su escuálido salario no alcanzaba a cubrir nuestras básicas necesidades y por ello mi madre era la lavandera oficial de “ropa ajena”.
Invierno y verano la veía detrás de una artesa escobillando las ropas de los que más tenían. Y al fragor de dicha actividad conocí lo que ella llamaba “jabón mágico”, el jabón Popeye.
En su diminuto estuche veía a este infantil personaje haciendo maravillas en las sábanas, camisas y blusas que al ser sumergidas en un viejo tarro de lata y recibiendo el calor de la leña traída por mí, recobraban su albo color.
Fui el encargado de pedirlo fiado en el almacén de la esquina, y en la libreta que llevaba para ello, que aún la conservo, todavía logro sentir su olor.
Si bien tengo este recuerdo, al ver hoy las heridas manos de mi querida vieja, no está dentro de los más bellos de mi infancia. Inevitablemente al ver en algún negocio o almacén este inolvidable jabón me reafirma lo grande e inigualable que fue, es y será mi madre querida que, con su sacrificio, junto al de mi padre, logró que hoy toda su prole sienta admiración profunda por ella.
Por: Sergio Garay