20 Ago Sabor y blancura, el legado de mamá
Me acuerdo de cuando era niña, éramos seis hermanos, cuatro mujeres y dos hombres. Samuel y yo éramos los mayores. Era bonito cuando nos sentábamos todos juntos a la mesa y colaborábamos para dejarla linda. Mi mamá siempre preparaba cosas ricas, las sopas calientes en invierno, los pasteles de choclo y las humitas en verano. No sé cómo lo hacía, nunca le gustó que le ayudáramos en la cocina, pero sí en el aseo. La veo lavar en su artesa, con ese jabón blanco Popeye, mi papá le ayudaba a tender en esos alambres largos, que eran demasiado altos para mí.
Me fui de la casa a los 21 años, cuando me casé. Solo tuve un hijo. Armé mi hogar y también me tocaron todos los quehaceres de la casa, trabajé en una panadería y me compré una lavadora Fensa, de esas redondas. Hace tanto ya de eso. Hoy ya tengo ochenta años, hace tiempo me vine a vivir con mi hijo y mis dos nietos vienen semana por medio. Dejé de trabajar hace poco y afortunadamente la salud me acompaña.
Les ayudo con el lavado, con el mismo cariño que lo hacía mi madre. Este año me regalaron una nueva lavadora y les llama la atención que yo sigo usando el jabón Popeye en los cuellos, en los puños de las camisas y blusas, manteles, paños de cocina y ropa blanca. Mi hijo siempre me dice, “el jabón parece tu droga, no te puede faltar y siempre está en la lista del supermercado”.
Hace poco tomamos desayuno los cuatro. Al rato mi hijo se fue al trabajo, mis nietos a la universidad y yo… me puse a lavar. No sé por qué me acordé de esto. ¿Será que en la mesa sabrosa y la ropa limpia está gran parte de mi cariño?
Por: Irma Navarro